lunes, 13 de mayo de 2013

Regreso a Habana

Habana nos recibe con los brazos abiertos. Han pasado ya casi cinco años desde que me dejé llevar, como el que se abandona a las olas, por sus ritmos, su calor, su alegría, sus contradicciones…

Pero Habana no permanece estática como una montaña, es más bien como un bosque. Vive, respira, crece, transmuta. Siento que cada vez que vaya la veré distinta: más moderna, más viva; para bien o para mal, diferente. Pero siempre cubana, porque la “cubanidad” no reside en los viejos edificios sin pintar o las reliquias de sus coches . Eso se lo dejamos a los turistas que buscan agujeros de bala cuando visitan Shaigon o la foto sobre un camello en Giza, ansiosos de estereotipos que mostrar a su vuelta cual trofeos. Aunque parte de La Habana se rejuvenezca y se engalane, su carácter pervive.

La Habana Vieja ha recuperado un eje que la atraviesa (Obispo-Plaza de Armas-Mercaderes-Plaza Vieja), irreconocible hace cinco años. Totalmente renovado, salpicado de tiendas y restaurantes con espectáculo en vivo, uno puede pasear como por la Rambla barcelonesa, viendo pasar las diferentes escenas del teatro que le tienen preparado al visitante. Pero, fuera de los focos de este escenario, la vida sigue en ese gran teatro que es Habana.

El bullir de las aceras llenas de personas ávidas de calle, los niños jugando a pelota (béisbol), los viejos machacando sus dominós alrededor de una mesa, el caminar rumboso de las muchachas, la música omnipresente como el propio aire (e igual de necesaria para los cubanos) y la azarosa búsqueda continua del cubano, bien de un taxi, una docena de huevos o de un zapatero. Siempre buscando, siempre encontrando. Esta búsqueda se nos hace agotadora a los que venimos de países sencillos, donde para ir de un punto A a otro B, siempre hay una línea coloreada que los conecta, y donde para cada producto que necesitamos hay una tienda especializada a donde acudir. Aquí las cosas no funcionan así. Pregunta, camina, busca, espera un autobús sin número que se detiene en una parada inexistente (que aún así es conocida por todos), acaba comprando una tarjeta telefónica en una panadería que no es más que una ventana abierta en una casa sin cartel alguno que la anuncie, pregunta al zapatero de la esquina quien llamará a su vecino el cual tiene un carro con el que te llevará al aeropuerto… todo se encuentra, todo se arregla, sólo que los canales de información nos son completamente extraños y, frecuentemente, extenuantes. ¡Qué le vamos a hacer! Estamos acostumbrados a la comodidad de la inmediatez.


Centro Habana


El cuentapropismo ha modificado el comercio, por otra parte ya existente anteriormente, “por la izquierda”, como dicen allí. La ley estricta crea las ilegalidades, que decía Raúl, y ahora que se han flexibilizado ciertas leyes, muchos empleos clandestinos afloran legalmente. Aquí te empujo un carrito vendiendo piñas, allá vendo DVD en la puerta de mi casa, aquél rellena mecheros y el otro vende repuestos de coche junto con porciones pizzas. El cubano lleva toda la vida “arreglando” (buscándose la vida), así que ideas e iniciativa nunca le han faltado. 

Ahora, muchas calles del centro rebosan de estos pequeños sueños colectivos, llamados negocios familiares. Unos prosperarán, otros se quedarán el camino. Pero independientemente de dónde acabe su quimera, el habanero seguirá caminando tranquilo por las calles de la ciudad que ama, tranquilamente... buscando. 

viernes, 15 de febrero de 2013

Bali: la excursión en moto


Viví muy buenas experiencias en Bali, y una de las que guardo mejor recuerdo, fue el día que me armé de un mosquito-motocicleta y me lancé a recorrer media isla. A pesar de ser un aprensivo con lo que respecta a la seguridad (llegando al extremo maniaco compulsivo en seguridad vial) no hay nada comparado con la libertad de ir donde uno quiere a lomos de un Pegaso motorizado, sin horarios ni rutas fijas. El perderse amablemente por los arrozales recibiendo en la cara la brisa cargada del dulce olor del arroz maduro… es algo que no se puede sentir desde la seguridad del interior de un coche. La liberación que supone el poder detenerse a conversar con gente allá donde no hay ninguna marca en el mapa de las guías de viaje ni para ningún autobús, sencillamente no tiene precio.

Teniendo en cuenta que yo nunca había cogido una moto antes de ir a Bali, fue una proeza considerable. Si además os digo que lo hice apenas con un tosco mapa dibujado en un trozo de papel y cuatro palabras de indonesio, entonces la odisea adquiere ya tintes homéricos. Mi vocabulario de náufrago sobre ruedas constó apenas de cuatro palabras:

- di mana? (¿dónde?)
- kirring (recto)
- kiri (izquierda)
- kanan (derecha)

El primer kilómetro con la moto fue tan torpe y tambaleante como los primeros pasos de un cervatillo que estira las piernas por primera vez. Me detuve antes de salir de la ciudad para armarme del combustible vendido por una amable señora en botellas de Absolut Vodka junto al arcén. Aproveché para preguntarle por la dirección que debía seguir, y me lancé a la búsqueda del primer pueblo de mi itinerario. Siguiendo su “Kirring, kirring, kanan” (recto, recto, derecha) dejé Ubud, y me adentré en el terciopelo de brillante verde esmeralda que es el campo balinés. 

Una "gasolinera" balinesa

Fue el primer día que vi el campo en todo su esplendor: campos interminables de arroz protegidos por espantapájaros y cometas, frondosos bosques de bambú en los que se adentraba el camino, templos de roca volcánica con pequeños monos jugueteando en sus muros... todo ello salpicado con pequeños poblados aquí y allá donde los campesinos viven como antaño, siguiendo los ritmos del campo y ajenos a Kuta o las recomendaciones de la Lonely Planet.

La selva esconde sorpresas

En uno de estos pueblos me detuve para visitar el mercado y me armé de una buena provisión de ofrendas que poner en mi moto a modo de protección. “¡Haces como nosotros!” aprobó un anciano, a la vez que me sonreía entornando los ojos. Conversé con él un par de minutos (todo lo que me permitía mi vocabulario de indonesio) y me despedí con un sonoro “Sampai jumpa!”. Comprar varias ofrendas demostró ser muy buena idea, pues en varias ocasiones, tras detener la motocicleta, pude comprobar como la caja con las flores y la galleta destinada a los dioses se había volado por el camino. ¡No quiero ni pensar qué me podría haber ocurrido de no tener una ofrenda protectora de repuesto!

Seguridad vial balinesa

Una curiosidad de Bali es que las carreteras que cruzan la isla son todas de Norte a Sur. Los pliegues en la orografía hacen casi imposible hacer carreteras que no sigan las laderas de los volcanes que arrugan la superficie de la isla. Por ello, un desplazamiento Este-Oeste que pueda parecer corto en un principio, es posible que simplemente no pueda realizarse si no es yendo hasta la costa (o la caldera del volcán) y volver siguiendo otra carretera que discurre prácticamente en paralelo a la original.

¿Este-Oeste? No way!

El día pasó fantásticamente visitando templos en medio de la jungla como sacados de una película, volcanes donde las calderas de magma habían sido sustituidas por la superficie estañada de un lago y poblados tradicionales con gente sencilla y de risa fácil.

Apuré demasiado el día para ir a Gianyar, famoso por tener uno de los mercados nocturnos más famosos de Bali y el mejor babi guling de la isla. No sólo la comida es fabulosa en los mercados nocturnos, sino que pasearse por semejante hormiguero de puestos ambulantes es un espectáculo fascinante en sí mismo. Los puestos de ofrendas se mezclan con los puestos de bakso (fideos con albóndigas) de dueños musulmanes, las brasas donde se asan los pinchos de carne (que después se sazonarán con salsa sambal picante y saté de cacahuete), el plátano frito, las verduras al vapor... es como atravesar un huracán de olores, especias y sensaciones. Uno se siente casi obligado a parar en cada esquina a comprar un pinchito ahora, un CD de música luego o un popular postre llamado es campur (“hielo mezclado”). El es campur consiste en hielo rayado con gominolas, tiras de coco y sirope o caramelo. Desde luego, no es un postre apto para diabéticos.

Realmente apuré mucho el día, porque me dejé llevar por esta sinfonía para los sentidos que es el mercado nocturno, hasta bien pasada la puesta del sol.

Puesto tradicional de comida, Gianyar.


A pesar de la oscuridad de la carretera y del endiablado tráfico que no había sufrido de día, de alguna forma conseguí volver hasta Ubud. Lo pude hacer gracias al sentido de la orientación y, sobre todo, la intuición: acerté en imaginar en las bifurcaciones que aquel ramal que lleva más tráfico es el que se dirige a la ciudad más importante.

Cuando me disponía a cruzar los arrozales para llegar a mi pequeño bungalow, me di cuenta que había olvidado la linterna. Así como perderme por la isla me permitió descubrir lugares y personas que de otra forma nunca habría llegado a conocer, el olvido de la linterna me permitió ver el espectáculo del baile de luciérnagas que se coreografió a mi alrededor. Nunca las contrariedades tuvieron mejores recompensas como ese día en Bali.

Mi dulce monita Sinta roncaba suavemente en su rama cuando crucé el jardín camino de la cama. “Ahora sí” - pensé. “Ahora que he mirado a Bali a los ojos, creo que estoy listo para marchar”. Esa noche decidí marchar hacia Komodo.

domingo, 3 de febrero de 2013

Bam e Ibrahim


Bam se despliega por el desierto como una ciudad del Oeste. Un trazado de calles rectas y ortogonales, espaciosas y anchas. El terremoto la asoló, y destruyó la mayoría de sus casas (desde luego, todas las de adobe). Las nuevas son más resistentes, modernas y frías. Asépticas, nunca de más de dos pisos. El terremoto no sólo destrozó la ciudad, sino también su futuro. Caída la ciudadela de Arg-e Bam, desapareció su atractivo al turismo.

De igual forma, parece una ciudad casi abandonada. Muy poca gente camina por la calle, si bien es cierto que durante el día ésta es una tarea titánica. El calor seco golpea como un mazazo que impide al cerebro pensar en otra cosa que sea buscar líquido y refugio. Tal fue el calor, que se me agrietaron los vidrios de las gafas. Al atardecer y comenzar la noche, la ciudad cobra vida y la gente se atreve a ocupar las aceras y restaurantes, felices de aprovechar el respiro que les da el ocaso.

Nos hospedamos en un pequeño hotel regentado por Ibrahim, un encantador anciano que pasó ya hace tiempo los setenta años. Ibrahim es atento, tierno y muy culto. Ha viajado por medio mundo, y recuerda fielmente los lugares que visitó. Tiene ese tipo de carácter que te hace estar con una continua sonrisa en su presencia. Bailotea cuando camina de un sitio para otro de su hotelito, vacío y sin huéspedes a excepción de nosotros y una misteriosa amiga que ha venido a visitarlo. Nos cuenta cómo quedó enterrado en el hotel durante horas cuando el terremoto y cómo sacó a su mujer de las ruinas de su propia casa. Ahora está divorciado, aunque tiene planeado casarse de nuevo. “Aún no, en unos cinco años. No tengo prisa. Aunque tengo claro que no hay nada más dulce que el amor de una mujer, ¿cierto?”, nos dice antes de ponerse de pie y marcarse unos pasos de baile.

En cierta manera, la historia de Ibrahim me recuerda a la de la propia Bam. Su hotel abandonado y su vida solitaria acompañan el destino de la ciudad, otrora más brillante. Aún así, la felicidad inquebrantable por el presente y la ilusión por un futuro mejor, son la energía que lo mueven a levantarse y sonreír a cada nuevo día, cada nueva oportunidad de hacer las cosas bien. 

martes, 29 de enero de 2013

Arg-é Bam


La antigua ciudadela de Arg-é Bam ha sido durante milenios la construcción de adobe más grande del mundo. Sus orígenes se remontan al periodo aqueménida cuando era una parada imprescindible en las rutas comerciales de la región (ruta de la seda incluida) alrededor del siglo V antes de Cristo. Decenas de miles de personas vivían protegidas por la magnífica muralla de más de dos kilómetros, las más de sesenta torres de la ciudadela y la fortaleza situada en la sección más alta de la ciudad. Pozos de agua, huertos y ganado garantizaban que sus habitantes pudieran resistir los asedios durante largos periodos.





Inexpugnable a lo largo de la historia, la ciudad sucumbió el día después de Navidad de hace apenas un decenio. Lo que el hombre fue incapaz de destruir, la naturaleza lo reclamó para sí misma. Polvo eres y en polvo te convertirás. La profecía bíblica se materializó en la ciudad de tierra, que volvió a sumirse en el desierto del que nació. El terrible terremoto de 2003 destruyó el ochenta por ciento de la ciudadela y mató a más de un cuarto de la población de Bam (más de 26.000 personas murieron y 30.000 resultaron heridas). En la actualidad, tanto Bam, como Arg-é Bam se recobran pacientemente, pero es probable que nunca se recuperen por completo.


Arg-é Bam antes del terremoto


El calor extremo del día nos tuvo a resguardo en la sombra, respirando con la boca abierta, como peces sacados del agua. Visitamos Arg-é Bam al caer la tarde. En esa hora, los rayos del sol caen oblicuos sobre la ciudadela y la luz tenue y dorada realza aún más el color azafrán de la ciudad de tierra. Ni una brizna de aire levantado, el mundo parecía detenido, mudo completamente, salvo por el sonido del ladrido de algún perro lejano. La ciudad, silenciosa, se alza de forma orgánica de la misma tierra del desierto de la que está formada. No se puede decir dónde acaba el mundo, y dónde empieza la obra del hombre. Los muros, las torres, pasillos, cúpulas… todo en Arg-é Bam está arrancado de la misma tierra. Paseamos en silencio, por las calles, el bazar, las casas y los caravanserai, los antiguos albergues para las caravanas de la ruta de la seda. Antaño rebosante de vida, calmada y silenciosa ahora. Apenas una familia de visitantes iraní y el guardián del recinto recorrían ahora sus calles.




Aunque no vimos a nadie allí, la reconstrucción sigue su lento proceso usando las mismas técnicas manuales y los mismos materiales, haciendo ladrillos de tierra sin cocer, paja y hojas de palmera. A veces el ladrillo queda a la vista, siendo a la vez material de construcción y de ornamento. Otra, una capa de arcilla cubre la estructura dándole esa textura térrea, casi artificial, como de casa de fantasía, de las construcciones de barro.







Pasarán muchos años antes de que vuelva a su antiguo estado, pero aún así la ciudadela sigue brillando y deslumbrando a quién se decida a visitarla y encuentre este recodo del mundo, que nos recuerda que a pesar de que todo es pasajero e imperdurable, siempre nos podemos volver a poner de pie y enfrentar el infortunio.




domingo, 27 de enero de 2013

Camino de Bam


Bam fue un lugar que quedó descartado de mis planes desde un principio. En primer lugar se encuentra en pleno desierto, y visitarlo en Agosto quiere decir aceptar la posibilidad de temperaturas que superan fácilmente los 40ºC. En segundo lugar, está situado fuera de cualquier ruta lógica que conecte el resto de lugares que pensaba visitar en Irán, camino de la frontera con Afganistán y Pakistán. Por tanto, no está de camino de nada. Para ir a Bam, simplemente hay que armarse de valor y acomodarse unas cuantas horas en una sucesión de autobuses, coches compartidos y taxis. Pero, no; el motivo principal para descartar ir a Bam, era la página completa que dedicaba mi guía de viajes a explicar los peligros de la región: traficantes de opio, escaramuzas con la policía y, sobretodo, detallados relatos de algunos secuestros a turistas (siempre liberados al cabo de un tiempo). Todo esto hizo que Bam se cayera de la lista de lugares a visitar en Irán. Al fin y al cabo, me voy de vacaciones, no a la guerra.

Y sin embargo… cuando llegué a Irán me puse en contacto con la embajada española para preguntar por la seguridad en la zona. Su respuesta tampoco invitaba a ir, aunque yo sabía que en la embajada simplemente se iban a lavar las manos y recomendarme que no fuera a ningún sitio, no me fuera a ocurrir algo y verse ellos implicados.

Y aún así… seguí preguntado a los iraníes con los que conversaba. Ninguno había oído hablar de secuestros en la provincia de Kerman, aunque me confirmaron que está en el camino del opio desde Pakistán hacia Turquía, con destino final europeo. En definitiva, les parecía absurdo no visitar Bam por estas agoreras noticias. La sorpresa que mostraron ante la pregunta era la misma que mostraría yo si un extranjero me dijera a mí que no visitaba Mallorca porque había leído que tres años antes violaron a una alemana (cosa, por otra parte, cierta).

Finalmente en Shiraz conocí a alguien de la propia Bam. Más aún, ¡había conocido al japonés secuestrado que mencionaba la guía! Me relató la historia del nipón en cuestión y su parte de responsabilidad en la abducción. Le aconsejaron repetidamente que no cogiera “taxis gratuitos” por la noche, cosa que hizo. También me confirmó la seguridad en la zona, con unas mínimas precauciones de sentido común, que uno suele tener agudizadas al viajar. Finalmente todo esto me convenció de la posibilidad de visitar Bam.

Así que sin tener muy claro la forma de llegar hasta allí, nos armamos del primer billete de autobús que nos conducía en dirección a Bam (que no a Bam). No es un destino muy popular, desde luego. Incluso el último de los autobuses que había de cruzar el último tramo desértico, canceló su trayecto al poco de partir por tener apenas cinco viajeros. Nos tuvimos que organizar con otros viajeros para contratar un coche compartido el cual ¡finalmente! nos condujo a Bam. 

jueves, 17 de enero de 2013

Irán: Islam, cristianismo y judaísmo


La religión ocupa un lugar importante en la distinción de Irán del resto de países. No en vano, el país es una teocracia y el único país del mundo oficialmente chiíta (totalmente rodeado de países musulmanes sunitas, lo que le ha dado no pocos problemas). Sin embargo, el islam no es un elemento monolítico que todo lo ocupa o desplaza en Irán. Pronto los prejuicios sobre un país habitualmente descrito como fanático y extremadamente religioso se resquebrajan y desmoronan.

Textos en mosaicos de mezquita. Isfahan


Hay que reconocer que el gobierno religioso significa que la vida política del país está íntimamente ligada a esta doble relación entre el gobierno de las urnas y el presidido por los ayatolás desde la revolución islámica. Se hace imprescindible leer la historia de Irán para conocer el contexto en que se formó esta revolución, y así comprenderla mejor. Como en tantos otros casos, el crimen de Irán no fue religioso, sino nacionalista.

En los muros de la antigua embajada americana hay murales de protesta


Un gobierno previo (el de Mosaddeq, entre 1951 y 1953) intentó iniciar un proceso de modernización de Irán y moderación religiosa. El delito de este gobierno fue que para modernizar el país necesitaba el dinero del petróleo y en aquel momento el 90% del beneficio de la venta del mismo ingresaba en las arcas de la Gran Bretaña. El intento de negociación, la negativa británica (se le ofertó rebajar sus beneficios al 40%, aún una cantidad considerable, por no decir excesiva) y la final nacionalización del petróleo por el gobierno desencadenó un golpe de estado orquestado por la CIA y la restauración del Sha. Estos acontecimientos dieron paso a un periodo de eliminación de la oposición y represión religiosa violenta. Las fuerzas armadas llegaron a quitar el velo de las mujeres con la punta de los fusiles. En este contexto convulso y violento es en el que surgió la revolución islámica.

Volviendo a la actualidad, las mujeres con las que hablé tenían diferentes opiniones sobre el uso del hiyab, aunque no me atrevería a decir cuántas mujeres lo llevan por convicción y cuántas por obligación (al fin y al cabo he conocido pocas personas y de un abanico social limitado). Sin embargo, en ningún caso me pareció que el islam se viviera de una forma fanática, sino todo lo contrario. En el caso de los jóvenes, muchos incluso se declaraban abiertamente no musulmanes.

Cena tradicional de fin de Ramadán, a la que fui invitado


El hecho de llegar a Irán en pleno Ramadán me permitió ver el pulso del seguimiento de las normas. El Ramadán no es obligatorio en Irán, y existen restaurantes y comercios en los que se pueden consumir alimentos o comprarlos para llevar. Si bien es cierto que los restaurantes aparecen medianamente ocultos, con las puertas cerradas o una cortina echada sobre la puerta. Puedes comer pero, por favor, no hagas ostentación en frente de los abstinentes de injerir comida o bebida.

Restaurante abierto en Ramadán. Shiraz


Otra cosa que desconocía es que Irán no es un país exclusivamente islámico. Se toleran y respetan las costumbres de otras religiones. Por ejemplo, visitamos algunas iglesias cristianas en el barrio armenio de Isfahan. Los armenios pueden beber alcohol y las mujeres están exentas de llevar cualquier tipo de velo (nadie es lapidado por esto, como en alguna ocasión he leído). Lo pudimos comprobar en una boda armenia donde las mujeres (quizá por querer exhibir su singularidad) llevaban excesivos maquillajes y ostentosos peinados sin ningún tipo de velo (de gusto más bien discutible). Desconozco si pueden ir sin velo fuera del barrio armenio.

Boda armenia. Isfahan

Otra sorpresa aún mayor: Irán cuenta con una comunidad judía importante. ¿Cómo? ¿Irán? ¿Pero acaso Israel e Irán no son los “Tom y Jerry” de la política en Oriente Medio? ¿No se han jurado exterminio mutuo? Bueno, sorpréndase o no, Irán cuenta con la segunda comunidad judía más importante de Oriente Medio, después de Israel. De hecho, el país cuenta con unas 30 sinagogas. Tal cantidad de judíos, a pesar de los intentos de Tel Aviv de convencerlos de emigrar ofreciendo incentivos de hasta 60.000$ por familia si decidían marchar hacia Israel. La respuesta de la comunidad judía iraní fue: “la identidad judía iraní es algo con lo que no se puede comerciar ni por todo el oro del mundo”. No en vano llevan en Irán ininterrumpidamente desde el siglo octavo antes de Cristo.

La realidad iraní es más compleja y variada de lo que popularmente conocemos. Aunque, claro, la variedad del tono informativo que recibimos sobre los países del “Eje del Mal” también es reducida, por no decir nula. Vale la pena ir sin prejuicios y descubrirlo por uno mismo. 

Zoroastrismo en Irán


La religión que me resultó más interesante entre las se pueden encontrar en Irán se encuentra en la región de Baluchistán. Me refiero al Zoroastrismo, basada en las enseñanzas del profeta Zoroastro (Zaratustra). Religión de la antigua Persia, sigue teniendo creyentes en la actualidad, principalmente en Irán e India. Se considera la primera religión monoteísta de la historia e influenció posteriormente al judaísmo, cristianismo e islam. Ahura Mazda es su Dios y se le suele representar por un anillo alado, acompañado en ocasiones por el mismo Zoroastro.

Ahura Mazda con Zoroastro

Éste pidió a sus seguidores que rezarán en dirección de la luz. En la antigüedad la única luz controlable por el hombre era el fuego, así que crearon templos del fuego donde llamas eternas representaban a la divinidad. Zaratustra predicaba un dualismo basado en la batalla entre el Bien y el Mal, la Luz y la Oscuridad, el día y la noche, la vida y la muerte, entre Ahura Mazda y su equivalente “espíritu malvado” Angra Mainyu. Esta dualidad, y el espíritu de estas dos deidades, coexisten en cada uno de los seres vivientes.

Visitamos el mayor lugar de peregrinaje zoroastro de Irán, Chak Chak, en las cercanías de Yazd. El templo está situado en una caverna en la cresta de una montaña en medio del desierto. El nombre Chak Chak recuerda al sonido de una gota de agua al caer sobre la roca, pues el templo además de una llama eterna, tiene un manantial natural perpetuo que brota de la roca. El santuario, sencillo, consta únicamente de la representación de la dualidad, con la llama eterna y reguero de agua.


La luz eterna en Chak Chak




El zoroastrismo también es conocido como mazdaísmo, por el nombre de su Dios, Ahura Mazda. Sus sacerdotes se conocen como mobeds. En la antigüedad los llamaban magis (del persa maguš). De hecho “los tres magos que vienen de Oriente” de la Biblia eran magos en el sentido original del término, es decir, sacerdotes persas. No fue hasta que la iglesia católica tachó las creencias religiosas y prácticas no cristianas como brujería, que se usa el término mago para los hechiceros o brujos.


martes, 15 de enero de 2013

Persepolis


No lejos de Shiraz nos aguarda la mayor joya arqueológica de Irán, la capital de un imperio de la antigüedad que se extendía desde el río Indo hasta Egipto, la ciudad de los Persas: Persepolis.
Desde el punto de vista turístico, y comparado con otros restos arqueológicos de primera magnitud (Abu Simbel, Petra, Taj Mahal o Angkor Wat por citar algunos) lo primero que llama la atención nada más llegar a la entrada es lo ridículo del precio de acceso: apenas 0’15€ (algunos de los citados anteriormente pueden llegar a tener entradas entre 25€ por un día y 40€ por entrada múltiple). Lo segundo es, de nuevo, la práctica ausencia de turistas extranjeros. En concreto, sólo vi tres. Sin duda los prejuicios que pesan sobre Irán y las falsas perspectivas de peligro hacen que la gente no visite este país, por otra parte fascinante.

Las dimensiones son fabulosas.
Compárese con las personas de abajo a la izquierda

Entrada a Persepolis
Vista de los restos del palacio de Apadana

Como bien aprendieron antaño, la entrada a un lugar prestigioso venía a través de una magnífica escalinata. En ella y otros muros por toda la ciudad, la piedra bellamente rebajada en bajorrelieves muestra las procesiones de la antigüedad llevando regalos al monarca. Aquí se ven las curiosas imágenes de deidades del zoroastrismo, representadas por anillos alados; allá capiteles en forma de caballo o grifo. En general, el peculiar estilo artístico persa resultará familiar a quien haya visitado los museos de París o Londres.

Soldados de todas las naciones vecinas, rinden sumisión al monarca

Ahura Mazda, deidad zoroastra

Textos en Persepolis

La destrucción de Persepolis fue absoluta a manos de Alejandro Magno. Éste la saqueó (se dice que necesitó más de tres mil camellos para llevarse el tesoro de Persepolis) y después la quemó completamente. Al expandirse las grapas de plomo que mantenían unidas las piedras, los edificios de colapsaron. Así, en la actualidad, la ciudad impresiona más por lo que intuimos de ella que por lo que efectivamente muestra. Puede que queden pocas columnas en pie, pero su tamaño hace volar la imaginación cuando ésta intenta reconstruir los edificios de tales dimensiones… colosales. ¿Qué lleva al hombre a destruir semejantes maravillas? ¿Podía el odio del vencedor cegar la vista de la poesía hecha piedra en forma de delicadas esculturas u osadas columnas? ¿Acaso no se puede hacer patente el cambio de poder sin necesidad destruir los logros del vencido?




domingo, 13 de enero de 2013

Shiraz, la ciudad de las flores y los poetas


Shiraz es una ciudad manejable a la vez que bulliciosa y de tráfico feroz. La ciudad es famosa por sus jardines, no en vano es conocida como la “ciudad de las flores”, “ciudad de las rosas” y “ciudad de los jardines”. En cierta manera, tiene la fama que tiene Valencia en España. También llama la atención la tremenda afición que tienen sus habitantes por la poesía, siendo las tumbas de sus ilustres poetas algunos de los lugares más visitados por los iraníes, donde van a pasar la tarde en familia. Los habitantes de Shiraz te puede recitar poesías clásicas de memoria, como nos demostraron en diversas ocasiones.

Tumba de Hafez


Seguimos sin ver prácticamente ningún turista extranjero, pero hay muchísimos turistas locales; los iraníes disfrutan visitando su propio país. Son persas, no árabes, como nos recuerdan frecuentemente y se sienten orgullosos de su cultura e historia. No adoptaron el idioma (siguen hablando farsi, persa) y en el plano religioso son chiís, lo que también marca una diferencia con la mayoría de sus vecinos.

Visitamos algunas mezquitas, pequeñas, coquetas y acogedoras, con su habitual interior estrellado de espejos. Otras, como Nasir al-Mulk, son de ladrillo y proyectan una cascada arco iris de luz desde sus vidrieras que empapa las alfombras del interior. La visité un dos ocasiones para aprovechar la mejor hora del día y ver este festival de luz y paz.





Con frecuencia uno entra atento a las mezquitas y santuarios, debido a desconocer las normas: ¿dónde hay que quitarse los zapatos? ¿qué puerta es para hombres y cual para mujeres? ¿hay algún espacio reservado sólo para los fieles? A pesar de eso, la calidez y amabilidad con la que nos reciben y acompañan hace que en seguida uno se siente en el suelo tranquilamente y se encuentre como en casa. En las mezquitas se respira un aire de comunidad, de formar parte de algo de compartido entre unos y otros. A pesar de no poder comunicarnos en farsi, a veces, la mirada y la sonrisa sirve para decir todo lo que tiene que ser dicho. 


sábado, 12 de enero de 2013

Mashhad


Me habían recomendado que no fuera a Mashhad, cerca de la frontera con Turkmenistán y Afganistán, aludiendo a que no había allí nada interesante para visitar. Pero algo en mí me decía que tenía que ir a esta ciudad, probablemente el lugar religioso más importante de todo Irán, donde se encuentra la tumba del Imam Reza, unos de los doce hombres santos del chiísmo. Los lugares de peregrinación siempre me han atraído; la fascinación de las personas que recorren todo el país para encontrarse en un mismo lugar santo para rendir culto; la atmósfera cargada de simbolismo y devoción. La piedra cobra en estos lugares vida, más allá de la fría historia de los antiguos monumentos, vibra con el calor humano que le sigue dando un uso y significado diario.


Vista general del santuario

Atardecer en Mashhad


En la actualidad, la ciudad de Mashhad está dedicada casi por completo a hospedar a los peregrinos que vienen en masa en ciertas fechas señaladas, llegando a incrementarse la población en varios millones. El santuario donde se encuentra la tumba sigue en constante crecimiento, habiéndose convertido en la mayor mezquita del mundo en tamaño y la segunda en capacidad. Las dimensiones impresionan nada más entrar en el recinto y atravesar el amplísimo patio. Éste que queda tapizado por alfombras para los fieles en los momentos de máxima capacidad. Sin embargo, las dimensiones quedan empequeñecidas en el recuerdo por la belleza de la propia construcción. El santuario consta de una serie de edificios y patios conectados entre sí, siendo el centro del mismo el edificio que contiene la tumba del Imam. Una vez accedí al primero de los patios interiores quedé literalmente boquiabierto de la delicadeza de la construcción: mosaicos florales o de fabulosa caligrafía en árabe que cubrían cada centímetro cuadrado de las paredes que formaban el patio, arcos adornados en forma de panal de abeja, puertas cinceladas con diseños geométricos… cada detalle es una auténtica obra de arte. Después de pasar un buen rato sentado en el primer patio me dirigí al siguiente convencido de que probablemente aquel patio era una de las estructuras más bellas que había visto nunca a excepción quizá de… en ese momento crucé el dintel de la puerta que unía el patio al siguiente y me di cuenta que éste era aún más bello que el anterior. La sucesión de sorpresas siguió patio tras patio, salón tras salón.





La tumba del Imam se encuentra bajo una cúpula de oro en un edificio al que se entra a su vez por portales dorados. El interior tiene una decoración compuesta por millones de pequeños espejos que recubren los pasillos y diferentes salones del edificio. Entramos en un auténtico caleidoscopio vivo donde todas las paredes y techos palpitan en un frenesí de colores y luces, pues aunque nos quedemos estáticos el interior de todo el santuario está repleto de miles de peregrinos que entran para ver la tumba del Imam o para rezar en los aledaños y nos hacen vibrar con su millón de reflejos.

Interior del santuario

Entrada dorada al edificio que contiene la tumba del Imam


Los patios son lugares maravillosos para sentarse y observar la gente; la paz y tranquilidad que se respira en una mezquita, con niños correteando entre los arrodillados rezando, gente recostada conversando… A pesar de la solemnidad del lugar, sigue siendo un espacio de encuentro y distensión.

Hasta en tres ocasiones visité el santuario, en diferentes momentos del día y diferentes momentos de oración, y debo decir que es sin duda uno de los lugares más bellos que he visto construidos por el hombre.