martes, 15 de enero de 2013

Persepolis


No lejos de Shiraz nos aguarda la mayor joya arqueológica de Irán, la capital de un imperio de la antigüedad que se extendía desde el río Indo hasta Egipto, la ciudad de los Persas: Persepolis.
Desde el punto de vista turístico, y comparado con otros restos arqueológicos de primera magnitud (Abu Simbel, Petra, Taj Mahal o Angkor Wat por citar algunos) lo primero que llama la atención nada más llegar a la entrada es lo ridículo del precio de acceso: apenas 0’15€ (algunos de los citados anteriormente pueden llegar a tener entradas entre 25€ por un día y 40€ por entrada múltiple). Lo segundo es, de nuevo, la práctica ausencia de turistas extranjeros. En concreto, sólo vi tres. Sin duda los prejuicios que pesan sobre Irán y las falsas perspectivas de peligro hacen que la gente no visite este país, por otra parte fascinante.

Las dimensiones son fabulosas.
Compárese con las personas de abajo a la izquierda

Entrada a Persepolis
Vista de los restos del palacio de Apadana

Como bien aprendieron antaño, la entrada a un lugar prestigioso venía a través de una magnífica escalinata. En ella y otros muros por toda la ciudad, la piedra bellamente rebajada en bajorrelieves muestra las procesiones de la antigüedad llevando regalos al monarca. Aquí se ven las curiosas imágenes de deidades del zoroastrismo, representadas por anillos alados; allá capiteles en forma de caballo o grifo. En general, el peculiar estilo artístico persa resultará familiar a quien haya visitado los museos de París o Londres.

Soldados de todas las naciones vecinas, rinden sumisión al monarca

Ahura Mazda, deidad zoroastra

Textos en Persepolis

La destrucción de Persepolis fue absoluta a manos de Alejandro Magno. Éste la saqueó (se dice que necesitó más de tres mil camellos para llevarse el tesoro de Persepolis) y después la quemó completamente. Al expandirse las grapas de plomo que mantenían unidas las piedras, los edificios de colapsaron. Así, en la actualidad, la ciudad impresiona más por lo que intuimos de ella que por lo que efectivamente muestra. Puede que queden pocas columnas en pie, pero su tamaño hace volar la imaginación cuando ésta intenta reconstruir los edificios de tales dimensiones… colosales. ¿Qué lleva al hombre a destruir semejantes maravillas? ¿Podía el odio del vencedor cegar la vista de la poesía hecha piedra en forma de delicadas esculturas u osadas columnas? ¿Acaso no se puede hacer patente el cambio de poder sin necesidad destruir los logros del vencido?