sábado, 12 de enero de 2013

Mashhad


Me habían recomendado que no fuera a Mashhad, cerca de la frontera con Turkmenistán y Afganistán, aludiendo a que no había allí nada interesante para visitar. Pero algo en mí me decía que tenía que ir a esta ciudad, probablemente el lugar religioso más importante de todo Irán, donde se encuentra la tumba del Imam Reza, unos de los doce hombres santos del chiísmo. Los lugares de peregrinación siempre me han atraído; la fascinación de las personas que recorren todo el país para encontrarse en un mismo lugar santo para rendir culto; la atmósfera cargada de simbolismo y devoción. La piedra cobra en estos lugares vida, más allá de la fría historia de los antiguos monumentos, vibra con el calor humano que le sigue dando un uso y significado diario.


Vista general del santuario

Atardecer en Mashhad


En la actualidad, la ciudad de Mashhad está dedicada casi por completo a hospedar a los peregrinos que vienen en masa en ciertas fechas señaladas, llegando a incrementarse la población en varios millones. El santuario donde se encuentra la tumba sigue en constante crecimiento, habiéndose convertido en la mayor mezquita del mundo en tamaño y la segunda en capacidad. Las dimensiones impresionan nada más entrar en el recinto y atravesar el amplísimo patio. Éste que queda tapizado por alfombras para los fieles en los momentos de máxima capacidad. Sin embargo, las dimensiones quedan empequeñecidas en el recuerdo por la belleza de la propia construcción. El santuario consta de una serie de edificios y patios conectados entre sí, siendo el centro del mismo el edificio que contiene la tumba del Imam. Una vez accedí al primero de los patios interiores quedé literalmente boquiabierto de la delicadeza de la construcción: mosaicos florales o de fabulosa caligrafía en árabe que cubrían cada centímetro cuadrado de las paredes que formaban el patio, arcos adornados en forma de panal de abeja, puertas cinceladas con diseños geométricos… cada detalle es una auténtica obra de arte. Después de pasar un buen rato sentado en el primer patio me dirigí al siguiente convencido de que probablemente aquel patio era una de las estructuras más bellas que había visto nunca a excepción quizá de… en ese momento crucé el dintel de la puerta que unía el patio al siguiente y me di cuenta que éste era aún más bello que el anterior. La sucesión de sorpresas siguió patio tras patio, salón tras salón.





La tumba del Imam se encuentra bajo una cúpula de oro en un edificio al que se entra a su vez por portales dorados. El interior tiene una decoración compuesta por millones de pequeños espejos que recubren los pasillos y diferentes salones del edificio. Entramos en un auténtico caleidoscopio vivo donde todas las paredes y techos palpitan en un frenesí de colores y luces, pues aunque nos quedemos estáticos el interior de todo el santuario está repleto de miles de peregrinos que entran para ver la tumba del Imam o para rezar en los aledaños y nos hacen vibrar con su millón de reflejos.

Interior del santuario

Entrada dorada al edificio que contiene la tumba del Imam


Los patios son lugares maravillosos para sentarse y observar la gente; la paz y tranquilidad que se respira en una mezquita, con niños correteando entre los arrodillados rezando, gente recostada conversando… A pesar de la solemnidad del lugar, sigue siendo un espacio de encuentro y distensión.

Hasta en tres ocasiones visité el santuario, en diferentes momentos del día y diferentes momentos de oración, y debo decir que es sin duda uno de los lugares más bellos que he visto construidos por el hombre.

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