Shiraz es una
ciudad manejable a la vez que bulliciosa y de tráfico feroz. La
ciudad es famosa por sus jardines, no en vano es conocida como la
“ciudad de las flores”, “ciudad de las rosas” y “ciudad de
los jardines”. En cierta manera, tiene la fama que tiene Valencia
en España. También llama la atención la tremenda afición que
tienen sus habitantes por la poesía, siendo las tumbas de sus
ilustres poetas algunos de los lugares más visitados por los
iraníes, donde van a pasar la tarde en familia. Los habitantes de
Shiraz te puede recitar poesías clásicas de memoria, como nos
demostraron en diversas ocasiones.
Tumba de Hafez |
Seguimos sin
ver prácticamente ningún turista extranjero, pero hay muchísimos
turistas locales; los iraníes disfrutan visitando su propio país.
Son persas, no árabes, como nos recuerdan frecuentemente y se
sienten orgullosos de su cultura e historia. No adoptaron el idioma
(siguen hablando farsi, persa) y en el plano religioso son chiís, lo
que también marca una diferencia con la mayoría de sus vecinos.
Visitamos
algunas mezquitas, pequeñas, coquetas y acogedoras, con su habitual
interior estrellado de espejos. Otras, como Nasir al-Mulk, son de
ladrillo y proyectan una cascada arco iris de luz desde sus vidrieras
que empapa las alfombras del interior. La visité un dos ocasiones
para aprovechar la mejor hora del día y ver este festival de luz y
paz.
Con
frecuencia uno entra atento a las mezquitas y santuarios, debido a
desconocer las normas: ¿dónde hay que quitarse los zapatos? ¿qué
puerta es para hombres y cual para mujeres? ¿hay algún espacio
reservado sólo para los fieles? A pesar de eso, la calidez y
amabilidad con la que nos reciben y acompañan hace que en seguida
uno se siente en el suelo tranquilamente y se encuentre como en casa.
En las mezquitas se respira un aire de comunidad, de formar parte de
algo de compartido entre unos y otros. A pesar de no poder
comunicarnos en farsi, a veces, la mirada y la sonrisa sirve para
decir todo lo que tiene que ser dicho.
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