La religión
ocupa un lugar importante en la distinción de Irán del resto de
países. No en vano, el país es una teocracia y el único país del
mundo oficialmente chiíta (totalmente rodeado de países musulmanes
sunitas, lo que le ha dado no pocos problemas). Sin embargo, el islam
no es un elemento monolítico que todo lo ocupa o desplaza en Irán.
Pronto los prejuicios sobre un país habitualmente descrito como
fanático y extremadamente religioso se resquebrajan y desmoronan.
Textos en mosaicos de mezquita. Isfahan |
Hay que
reconocer que el gobierno religioso significa que la vida política
del país está íntimamente ligada a esta doble relación entre el
gobierno de las urnas y el presidido por los ayatolás desde la
revolución islámica. Se hace imprescindible leer la historia de
Irán para conocer el contexto en que se formó esta revolución, y
así comprenderla mejor. Como en tantos otros casos, el crimen de
Irán no fue religioso, sino nacionalista.
En los muros de la antigua embajada americana hay murales de protesta |
Un gobierno
previo (el de Mosaddeq, entre 1951 y 1953) intentó iniciar un
proceso de modernización de Irán y moderación religiosa. El delito
de este gobierno fue que para modernizar el país necesitaba el
dinero del petróleo y en aquel momento el 90% del beneficio de la
venta del mismo ingresaba en las arcas de la Gran Bretaña. El
intento de negociación, la negativa británica (se le ofertó rebajar sus beneficios al 40%, aún una cantidad considerable, por no decir excesiva) y la final
nacionalización del petróleo por el gobierno desencadenó un golpe
de estado orquestado por la CIA y la restauración del Sha. Estos acontecimientos dieron paso a un periodo de eliminación de la oposición y represión
religiosa violenta. Las fuerzas armadas llegaron a quitar el velo de
las mujeres con la punta de los fusiles. En este contexto convulso y
violento es en el que surgió la revolución islámica.
Volviendo a la
actualidad, las mujeres con las que hablé tenían diferentes
opiniones sobre el uso del hiyab, aunque no me atrevería a decir
cuántas mujeres lo llevan por convicción y cuántas por obligación
(al fin y al cabo he conocido pocas personas y de un abanico social
limitado). Sin embargo, en ningún caso me pareció que el islam se
viviera de una forma fanática, sino todo lo contrario. En el caso de
los jóvenes, muchos incluso se declaraban abiertamente no
musulmanes.
Cena tradicional de fin de Ramadán, a la que fui invitado |
El hecho de
llegar a Irán en pleno Ramadán me permitió ver el pulso del
seguimiento de las normas. El Ramadán no es obligatorio en Irán, y
existen restaurantes y comercios en los que se pueden consumir
alimentos o comprarlos para llevar. Si bien es cierto que los
restaurantes aparecen medianamente ocultos, con las puertas cerradas
o una cortina echada sobre la puerta. Puedes comer pero, por favor,
no hagas ostentación en frente de los abstinentes de injerir comida
o bebida.
Restaurante abierto en Ramadán. Shiraz |
Otra cosa que
desconocía es que Irán no es un país exclusivamente islámico. Se
toleran y respetan las costumbres de otras religiones. Por ejemplo, visitamos algunas iglesias cristianas en el barrio armenio de
Isfahan. Los armenios pueden beber alcohol y las mujeres están
exentas de llevar cualquier tipo de velo (nadie es lapidado por esto,
como en alguna ocasión he leído). Lo pudimos comprobar en una boda
armenia donde las mujeres (quizá por querer exhibir su singularidad)
llevaban excesivos maquillajes y ostentosos peinados sin ningún tipo
de velo (de gusto más bien discutible). Desconozco si pueden ir sin velo fuera
del barrio armenio.
Boda armenia. Isfahan |
Otra sorpresa
aún mayor: Irán cuenta con una comunidad judía importante. ¿Cómo?
¿Irán? ¿Pero acaso Israel e Irán no son los “Tom y Jerry” de
la política en Oriente Medio? ¿No se han jurado exterminio mutuo?
Bueno, sorpréndase o no, Irán cuenta con la segunda comunidad judía
más importante de Oriente Medio, después de Israel. De hecho, el
país cuenta con unas 30 sinagogas. Tal cantidad de judíos, a pesar
de los intentos de Tel Aviv de convencerlos de emigrar ofreciendo
incentivos de hasta 60.000$ por familia si decidían marchar hacia
Israel. La respuesta de la comunidad judía iraní fue: “la
identidad judía iraní es algo con lo que no se puede comerciar ni
por todo el oro del mundo”. No en vano llevan en Irán
ininterrumpidamente desde el siglo octavo antes de Cristo.
La realidad
iraní es más compleja y variada de lo que popularmente conocemos. Aunque,
claro, la variedad del tono informativo que recibimos sobre los
países del “Eje del Mal” también es reducida, por no decir
nula. Vale la pena ir sin prejuicios y descubrirlo por uno mismo.