domingo, 27 de enero de 2013

Camino de Bam


Bam fue un lugar que quedó descartado de mis planes desde un principio. En primer lugar se encuentra en pleno desierto, y visitarlo en Agosto quiere decir aceptar la posibilidad de temperaturas que superan fácilmente los 40ºC. En segundo lugar, está situado fuera de cualquier ruta lógica que conecte el resto de lugares que pensaba visitar en Irán, camino de la frontera con Afganistán y Pakistán. Por tanto, no está de camino de nada. Para ir a Bam, simplemente hay que armarse de valor y acomodarse unas cuantas horas en una sucesión de autobuses, coches compartidos y taxis. Pero, no; el motivo principal para descartar ir a Bam, era la página completa que dedicaba mi guía de viajes a explicar los peligros de la región: traficantes de opio, escaramuzas con la policía y, sobretodo, detallados relatos de algunos secuestros a turistas (siempre liberados al cabo de un tiempo). Todo esto hizo que Bam se cayera de la lista de lugares a visitar en Irán. Al fin y al cabo, me voy de vacaciones, no a la guerra.

Y sin embargo… cuando llegué a Irán me puse en contacto con la embajada española para preguntar por la seguridad en la zona. Su respuesta tampoco invitaba a ir, aunque yo sabía que en la embajada simplemente se iban a lavar las manos y recomendarme que no fuera a ningún sitio, no me fuera a ocurrir algo y verse ellos implicados.

Y aún así… seguí preguntado a los iraníes con los que conversaba. Ninguno había oído hablar de secuestros en la provincia de Kerman, aunque me confirmaron que está en el camino del opio desde Pakistán hacia Turquía, con destino final europeo. En definitiva, les parecía absurdo no visitar Bam por estas agoreras noticias. La sorpresa que mostraron ante la pregunta era la misma que mostraría yo si un extranjero me dijera a mí que no visitaba Mallorca porque había leído que tres años antes violaron a una alemana (cosa, por otra parte, cierta).

Finalmente en Shiraz conocí a alguien de la propia Bam. Más aún, ¡había conocido al japonés secuestrado que mencionaba la guía! Me relató la historia del nipón en cuestión y su parte de responsabilidad en la abducción. Le aconsejaron repetidamente que no cogiera “taxis gratuitos” por la noche, cosa que hizo. También me confirmó la seguridad en la zona, con unas mínimas precauciones de sentido común, que uno suele tener agudizadas al viajar. Finalmente todo esto me convenció de la posibilidad de visitar Bam.

Así que sin tener muy claro la forma de llegar hasta allí, nos armamos del primer billete de autobús que nos conducía en dirección a Bam (que no a Bam). No es un destino muy popular, desde luego. Incluso el último de los autobuses que había de cruzar el último tramo desértico, canceló su trayecto al poco de partir por tener apenas cinco viajeros. Nos tuvimos que organizar con otros viajeros para contratar un coche compartido el cual ¡finalmente! nos condujo a Bam.