jueves, 17 de enero de 2013

Irán: Islam, cristianismo y judaísmo


La religión ocupa un lugar importante en la distinción de Irán del resto de países. No en vano, el país es una teocracia y el único país del mundo oficialmente chiíta (totalmente rodeado de países musulmanes sunitas, lo que le ha dado no pocos problemas). Sin embargo, el islam no es un elemento monolítico que todo lo ocupa o desplaza en Irán. Pronto los prejuicios sobre un país habitualmente descrito como fanático y extremadamente religioso se resquebrajan y desmoronan.

Textos en mosaicos de mezquita. Isfahan


Hay que reconocer que el gobierno religioso significa que la vida política del país está íntimamente ligada a esta doble relación entre el gobierno de las urnas y el presidido por los ayatolás desde la revolución islámica. Se hace imprescindible leer la historia de Irán para conocer el contexto en que se formó esta revolución, y así comprenderla mejor. Como en tantos otros casos, el crimen de Irán no fue religioso, sino nacionalista.

En los muros de la antigua embajada americana hay murales de protesta


Un gobierno previo (el de Mosaddeq, entre 1951 y 1953) intentó iniciar un proceso de modernización de Irán y moderación religiosa. El delito de este gobierno fue que para modernizar el país necesitaba el dinero del petróleo y en aquel momento el 90% del beneficio de la venta del mismo ingresaba en las arcas de la Gran Bretaña. El intento de negociación, la negativa británica (se le ofertó rebajar sus beneficios al 40%, aún una cantidad considerable, por no decir excesiva) y la final nacionalización del petróleo por el gobierno desencadenó un golpe de estado orquestado por la CIA y la restauración del Sha. Estos acontecimientos dieron paso a un periodo de eliminación de la oposición y represión religiosa violenta. Las fuerzas armadas llegaron a quitar el velo de las mujeres con la punta de los fusiles. En este contexto convulso y violento es en el que surgió la revolución islámica.

Volviendo a la actualidad, las mujeres con las que hablé tenían diferentes opiniones sobre el uso del hiyab, aunque no me atrevería a decir cuántas mujeres lo llevan por convicción y cuántas por obligación (al fin y al cabo he conocido pocas personas y de un abanico social limitado). Sin embargo, en ningún caso me pareció que el islam se viviera de una forma fanática, sino todo lo contrario. En el caso de los jóvenes, muchos incluso se declaraban abiertamente no musulmanes.

Cena tradicional de fin de Ramadán, a la que fui invitado


El hecho de llegar a Irán en pleno Ramadán me permitió ver el pulso del seguimiento de las normas. El Ramadán no es obligatorio en Irán, y existen restaurantes y comercios en los que se pueden consumir alimentos o comprarlos para llevar. Si bien es cierto que los restaurantes aparecen medianamente ocultos, con las puertas cerradas o una cortina echada sobre la puerta. Puedes comer pero, por favor, no hagas ostentación en frente de los abstinentes de injerir comida o bebida.

Restaurante abierto en Ramadán. Shiraz


Otra cosa que desconocía es que Irán no es un país exclusivamente islámico. Se toleran y respetan las costumbres de otras religiones. Por ejemplo, visitamos algunas iglesias cristianas en el barrio armenio de Isfahan. Los armenios pueden beber alcohol y las mujeres están exentas de llevar cualquier tipo de velo (nadie es lapidado por esto, como en alguna ocasión he leído). Lo pudimos comprobar en una boda armenia donde las mujeres (quizá por querer exhibir su singularidad) llevaban excesivos maquillajes y ostentosos peinados sin ningún tipo de velo (de gusto más bien discutible). Desconozco si pueden ir sin velo fuera del barrio armenio.

Boda armenia. Isfahan

Otra sorpresa aún mayor: Irán cuenta con una comunidad judía importante. ¿Cómo? ¿Irán? ¿Pero acaso Israel e Irán no son los “Tom y Jerry” de la política en Oriente Medio? ¿No se han jurado exterminio mutuo? Bueno, sorpréndase o no, Irán cuenta con la segunda comunidad judía más importante de Oriente Medio, después de Israel. De hecho, el país cuenta con unas 30 sinagogas. Tal cantidad de judíos, a pesar de los intentos de Tel Aviv de convencerlos de emigrar ofreciendo incentivos de hasta 60.000$ por familia si decidían marchar hacia Israel. La respuesta de la comunidad judía iraní fue: “la identidad judía iraní es algo con lo que no se puede comerciar ni por todo el oro del mundo”. No en vano llevan en Irán ininterrumpidamente desde el siglo octavo antes de Cristo.

La realidad iraní es más compleja y variada de lo que popularmente conocemos. Aunque, claro, la variedad del tono informativo que recibimos sobre los países del “Eje del Mal” también es reducida, por no decir nula. Vale la pena ir sin prejuicios y descubrirlo por uno mismo.