domingo, 30 de septiembre de 2012

Estambul


Estambul se despliega sobre el Bósforo como un gran hormiguero que abarca toda la tierra hasta el borde mismo del agua. La verdad es que todos los tópicos que se le suponen se cumplen a la perfección: la puerta de oriente, la ciudad de las mil mezquitas, la gran capital a caballo entre dos continentes… Lo cierto es que el centro de Estambul es una ciudad europea muy extensa, aunque en lugar de las ruinas romanas que pueblan las ciudades italianas, está salpicada aquí y allá por las cúpulas y minaretes de las mezquitas otomanas. Vibran sus calles de aromas, músicas y el ajetreo de catorce millones de habitantes de todos los lugares del mundo, y en especial de oriente medio. Uno siente por primera vez que, aunque tan moderna como cualquier otra ciudad, el viajero ya ha salido de la atmósfera occidental, si sabe donde buscar y dónde dirigir la mirada. 




El centro turístico, con casi todos sus grandes monumentos, respira un ambiente de souvenirs y turistas, similar al centro de cualquier capital europea; aunque es cuando nos perdemos a las orillas del Bósforo o allí donde las calles recuerdan más al Raval que a la Rambla, cuando empezamos a saborear lo que Estambul puede ser y no cambiará por muchos Zaras que se abran en los barrios modernos: los pescadores pueblan los puentes con sus estandartes plateados, los miles de barcos que cruzan el Bósforo camino del Mar Negro o la amplia perspectiva del cuerno dorado aquí o de Asia allá, según a donde dirijamos nuestra mirada. 



Por primera vez en el viaje escucho la llamada del muecín resonando en la habitación del hotel, apenas unas manzanas alejado de la mezquita. El volumen era descomunal, hasta el punto de hacer saltar la alarma de un par de coches en la calle. 
Habiendo visitado Estambul con anterioridad, me doy el lujo de vagabundear por la ciudad del Sultán y visitar sin presión los lugares que ya conozco. El ambiente nocturno es fresco y amable, con familias enteras reunidas en el jardín situado entre Aya Sofia y la Mezquita Azul para celebrar el fin del ayuno diario del Ramadán compartiendo el iftar. El Islam en Estambul es relajado y no excesivamente seguido, así que la celebración nocturna no se convierte en una transformación de la ciudad como observaré más adelante en Irán. 

Con todo, siento que el viaje aún no ha comenzado. 
  

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