Doy un salto mortal hacia delante en este errático blog, y me salto de golpe ocho meses de experiencias por contar, para describir lo ocurrido anoche. Hace un par de días, uno de los trabajadores del centro de buceo, Komang, me invitó a una ceremonia en el templo familiar. Su familia es originalmente de Karangasem, donde la cultura es muy diferente de la región de Singaraja en la que me encuentro. Muchos habitantes de Karangasem se desplazaron después de la erupción del volcán Agung que arrasó sus poblados y tierras de cultivo en el año 1964, aunque la mayoría comenzó de cero de nuevo en las faldas del volcán. Por cierto, el Gunung Agung además de tener una gran importancia en la cultura balinesa es la montaña número 87 más alta del mundo.
Bali en sí misma, es un caleidoscopio de tradiciones hinduistas entrelazadas con los ritos locales propios de cada región. Algunas tradiciones se importaron cuando la corte javanesa, de religión hindi, se estableció en Bali (expulsada por la invasión musulmana), llevando consigo a la flor y nata de artesanos, músicos y escritores de la corte. En otras se mantienen fieles a los ritos ancestrales de la isla.
Una vez nos encontramos con Komang en su pueblo, éste nos lleva al templo familiar. Su familia vive toda en casas contiguas, en el terreno que originalmente pertenecía a su abuelo. Esto es normal en Bali, y ayuda a que los lazos familiares sean muy fuertes. Su abuelo tuvo 5 hijos y 7 hijas (los tíos y tías de Komang), cada uno de los cuales tuvo una descendencia a la par. En el templo, habría perfectamente un centenar de personas, con mayoría de mujeres, con una gran abundancia de niños y niñas.
Hombres y mujeres, nos sentamos en el suelo sobre esteras separados en dos grandes grupos en frente del templo. El templo en sí mismo es un pequeño recinto vallado, donde se encuentran los diferentes pequeños templos de la familia: uno para prosperidad, otro para salud, otro para espantar a los malos espíritus o magia negra que les puedan enviar algún vecino envidioso…
El motivo de la ceremonia de esta noche, es que su abuelo lleva unos cuantos días sintiéndose mal, y cree que el espíritu de su primera mujer ha venido a atormentarle los días. Seguramente ella no esté contenta con su vida en el otro mundo, ya que nadie le hace caso ni reza por ella. Por eso, toda la familia se ha reunido para rezarle al espíritu de su primera mujer, la abuela fallecida.
El ambiente es distendido, los niños corretean entre los adultos sentados, nos miran con curiosidad, y algunos de los familiares ofician como organizadores. El sacerdote que oficia, también es de la familia: todas las familias en Bali, cuentan con uno de sus miembros que es sacerdote.
Komang nos explica como rezar. Una de sus hijas nos acerca una cesta con pétalos de flores. El primer rezo, se hace con un pétalo rosa entre la palma de las manos. El segundo con unos pétalos blancos entre los dedos. El tercero sin pétalos, simplemente juntando las palmas. Y finalmente el último con pétalos amarillos. El hecho de que tengan que usar flores cada vez que rezan, me hace pensar que esto sólo es posible en un lugar que tenga tiempo primaveral durante todo el año. Al acabar, el sacerdote se acerca uno a uno de nosotros para darnos sus bendiciones. Nos ofrece tres veces agua en la manos (que ponemos en forma de cuenco) y la cabeza que representa el agua del Ganges y la sorbemos. A continuación podemos unos granos de arroz en la frente (el tercer ojo) y la base del cuello.
Después de los rezos, oímos algunos cánticos dentro del templo y sirven algo de comer. La comida está compuesta del omnipresente arroz acompañado de algunos pinchos y verdura. En Bali, es tradición comer sentado en el suelo, y siempre con la mano derecha. Además, antes de comenzar a comer, se aparta una pequeña cantidad de comida y se deja a un lado: un poquito de arroz, de carne y verdura. Los balineses creen que nacemos con un hermano gemelo invisible que nos acompaña durante toda la vida. Cada vez que comen o beben, el primer bocado o trago, lo reservan para él.
Una vez terminamos de comer, todo el mundo se levanta y despejamos el espacio central. Una banda de gamelan comienza a tocar su música a base de percusiones con gongs metálicos y flautas. Algunas mujeres se unen al círculo central que hemos abierto y empiezan a bailar tímida, sinuosamente. Alzan sus brazos y los mueven a izquierda y derecha, como mecidos por el viento, como un alga en la corriente marina. A algunas otras les ofrecen los hombres de la familia si quieren bailar, pero lo rechazan vergonzosamente. La música estridente y poderosa del gamelan continúa. Komang me anima a hacer fotos y vídeo, y aunque casi no he sacado la cámara hasta entonces y simplemente me he dedicado a sentir, la saco y filmo.
De repente, todo cambia. Las mujeres de pie, están bailando invocando a los espíritus de los ancestros. A una de las mujeres danzantes, le cambia la cara, ya no es ella; se ha introducido en su cuerpo uno de los espíritus de los ancestros familiares. En ese momento, un hombre de la familia, desenfunda un kris, una daga ceremonial ondulada, y se la entrega a la mujer en trance. La mujer, primero alza la mirada y el largo cuchillo al cielo con las dos manos, sin dejar de bailar. En un momento, a veces propiciado por un cambio de ritmo de la música, apoya la punta de la daga sobre su pecho, y la aprieta con sus manos dibujando círculos con la daga, mientras sigue bailando, fuera de sí, a veces de pie, a veces de rodillas. Los familiares gritan o silban fuerte para aumentar más, si cabe, el ruido ensordecedor que hay a su alrededor. En ese momento, las mujeres están en estado de trance, no responden ni controlan sus movimientos. Generalmente, la percusión de los tambores y los gong las atrae, y se acercan frenéticamente a la banda de gamelan.
Otros miembros de la familia, las controlan de cerca, ya que no son conscientes de sus movimientos, pudiendo llegar a herir a otra persona (o a sí mismas), o caer entre los músicos que no dejan de tocar en ningún momento, aún siendo golpeados por alguna de ellas. Los familiares las apartan para que no choquen entre sí, las sujetan del cinturón o sostienen para evitar que caigan al suelo o sobre la orquesta. Las mujeres bailan con los ojos cerrados, caminando de adelante a atrás, saltando, arrodillándose y volviéndose a levantar.
En algún momento, los espíritus que las poseen, se tranquilizan momentáneamente, o se vuelven frenéticos al mismo tiempo, pues las mujeres se acompasan, aún con los ojos cerrados, al son de la música. Algunas niñas pequeñas acompañan a sus madres y tías, probablemente imitando sus movimientos, sin llegar al trance ni experimentando ninguna posesión espiritual. Las mujeres danzan en trance durante interminables minutos, niñas, adolescentes, ancianas, todas se suman al estando de trance y unión con los espíritus de la familia.
En un momento dado, una mujer deja de bailar, alza con ambos brazos la daga hacia el cielo y se desmorona. El espíritu la ha abandonado, y el cuerpo, agotado, se derrumba. Los miembros de la familia, evitan que se caiga, recogen la daga y la llevan al templo familiar, donde es bendecida. En ocasiones, una mujer llega corriendo y toma su daga y comienza su propio trance, justo en el momento que en otra lo acaba. En otras, vemos como miembros de la familia invitan a mujeres a salir a bailar, las cuales se niegan repetidamente, hasta que súbitamente se levantan y buscan rápidamente una daga para poder ser tomadas por el espíritu. Sorprende el cambio repentino que se produce en ellas.
Pasan las horas, y seguimos allí mientras más y más mujeres se van sumando al estado de trance familiar. La familia seguirá hasta bien entrada la noche. Nos despedimos de Komang, quien nos acompaña a la salida, y de su familia con la que hemos establecido una breve, pero amable relación. Ha sido una noche muy intensa y especial, donde nos hemos sentido más acogidos que nunca en Bali. Hemos podido apreciar de primera mano, el fuerte vínculo familiar que une a los balineses. La familia de Komang, es prácticamente un pequeño barrio dentro de un pueblo, una pequeña comunidad en sí misma, dentro de la comunidad del pueblo. Cuando uno de ellos (en este caso el abuelo) tiene un problema, toda la familia se reúne para solucionarlo.
Bali sigue siendo un lugar mágico y maravilloso, de tradiciones que se remontan en el tiempo, incluso más allá de cuando recibieron las tradiciones hinduistas. Ni la colonización holandesa, la homogeneización indonesia, ni el rodillo aplanador de la globalización y el turismo de masa, ha podido con sus costumbres. Me siento afortunado y bendecido de poder ver esta cara de Bali.
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